lunes, 13 de junio de 2022

La Hojita de la Crónica No. 78

 

hojita de la

Crónica

Fundador: Bernardo Carlos Casas    Tlaquepaque, Jal.,  13 de junio de  2022           No. 78

Tlaquepaque en la cultura

                        —Una semana muy cultural

                        —Sede del Congreso del Patrimonio inmaterial

                        —Cronistas honorarios ponentes

 

En este número escriben Juan Manuel y Bernardo Carlos

La semana que pasó fue una semana en la cual la cultura brilló. En la inauguración de los trabajos el lunes 6, estuvo en el presídium la presidenta Citlalli Amaya de Luna y otras personalidades.

En lo que respecta a la Crónica Honoraria, a invitación de la coordinadora del evento, estuvieron presentes por orden de aparición: José Antonio Galán Amézquita, Carmen Ochoa Arana, Silvia Barbosa Ramos y Aldo Armando Fierros Benítez.

Galán habló de Las Crucitas como barrio y de las Carreras del 3 de mayo, Ochoa de los Altares de Dolores; Barbosa acerca de la mayólica, sus materiales, técnicas, temperaturas; Fierros se refirió a la Judea en Vivo y trajo una muestra de los Viejos Nuevos.

El Cronista Municipal expuso el tema: El Vidrio Soplado. Todos los temas fueron sugeridos por la Dirección de Cultura.

Al día de la inauguración

* * *

                
                                Compañeros cronistas ponentes: Carmen Ochoa, Silvia Barbosa y Aldo Fierros


                                                                        Equipo de San Martín de las flores


Ganadores del concurso ASÍ ES MI BARRIO

La convocatoria para este certamen fue muy bien recibida por los niños y jóvenes del Municipio. La invitación a participar fue llevada a las escuelas por Isaac Padilla Barragán, y entregada en forma personal, es bueno decir que a iniciativa de Isaac, se sumaron al proyecto la Cámara de Comercio de Tlaquepaque y el Club Rotario. Se recibieron varios trabajos y los ganadores de los primeros tres lugares fueron:

Héctor André Gutiérrez Arellano, primer lugar. Santa Anita.


SU TRABAJO:

Supongo que falté a la clase del catecismo en la que nos explicaron por qué a la Virgen le gustan los cohetes y la música de banda. Al día de hoy, después de dieciséis años sobre el planeta Tierra, las fiestas patronales de Santa Anita me siguen pare ciendo un fenómeno inasible a la razón. Y no es queja, simplemente las neuronas no me dan para entenderlo.

         Agoto las posibilidades festivas de la tarde sentado en la banqueta de mi casa. Me acompaña mi perrita, una chihuahua que mi mamá dice que es eléctrica, porque está cruzada con corriente. Se llama Chispita pero es más negra que mi conciencia. Qué puedo decir: ella y yo somos los morenos de la casa.

         Me encargo de cuidar a Chispita mientras mi familia regresa de la plaza. Les pedí que me trajeran un churro del puesto que se supone que es ambulante pero que sigue en la misma esquina desde que tengo memoria. Asumo que mi lealtad hacia ese puesto sólo se debe a que lo asocio con una escena cotidiana de mi infancia: el vaivén después de misa de 7, en el que mi mamá nos distraía del frío y el amodorramiento comprándonos frituras varias. Pero hoy no es domingo, sino el atardecer de un viernes. El arrebol del cielo sería más bonito si no lo causara en parte la contaminación de Guadalajara, empotrada al norte de Santa Anita como una costra de casas y asfalto. La noche caerá pronto, coronada por la luz y el ruido de un castillo de pirotecnia.

A la distancia, desde el atrio, me alcanza el ruido de una orquesta bucólica. No se trata de la Sinfónica Nacional ni nada por el estilo, sino más bien un grupo de banda que toca a destiempo los acordes de La Chona. La plaza que ahora atestigua el pequeño concierto es parte de mi barrio, el meritito corazón. Yo vivo a una cuadra, en la calle 16 de septiembre.

         Aunque la gente se esfuerce en negarlo, este pedazote de tierra llamado Santa Anita dejó de ser un pueblo hace varios años. El aferramiento a la visión tradicionalista ha servido de poco para evitar que con el paso del tiempo nos hayamos llenado de urbanización. De a poco, las avenidas cambiaron el empedrado por concreto hidráulico. Ya nadie se mueve montado en caballos; hay, en cambio, una flotilla infinita de mototaxis que te cobran el servicio como si de un Mercedes se tratase.

Agua potable y educación vial son dos cosas que nos faltan en la misma medida. La gente interpreta que toda calle es de doble sentido y conduce como si fuera el periférico. Cuántos motociclistas habrán chocado en el cruce de Francisco I. Madero con 16 de septiembre por agarrar la calle como carretera, y cuántas veces habrán perdido contra el seguro de una pick-up por no traer casco.

Me encargo de recordar los accidentes cuando, ante mi incredulidad, ocurre otro. Chispita acaba de sacarme de mi estado de trance a punta de ladridos, chiquitos y nerviosos. Esta vez se trata de una mototaxi que se volcó al tratar de incorporarse a la calle. Me imagino que el conductor desconoce las leyes físicas elementales de las que se infiere que es mala idea darle un volantazo a un vehículo en movimiento que carga bolsas de hielo y pasajeros. De la mototaxi, tendida en suelo, salen un par de personas que, con todo y el golpe no perdieron el sombrero de la cabeza. Arrastran las bolsas de hielo afuera y verifican que no se hayan roto ellas mismas antes que sus propios huesos. Uno de los pasajeros, sin poder moverse del asfalto, está tan ebrio que puede darse el lujo decir con calma:

─Oigan, creo que me rompí una pata.

Los que pueden caminar se le acercan a consultar el estado de su pierna, como si supieran algo de medicina o fueran capaces siquiera de distinguir un fémur de un chicharrón. Lo palpan como si fuera masa para tortillas. Uno de ellos, experto improvisado, se anima a declarar.

─Sí, eh. Yo creo que sí te la rompiste.

Los demás guardan silencio, atribulados. El herido conserva la calma y dice:

─Pues ni modo, ya no llegamos a la plaza. 

Ante mi asombro y el de Dios mismo, el de la pierna rota saca de la nada un latón de cerveza. La abre, más sediento que preocupado. Procede a darle un trago tan ceremonioso que pareciera ser el papa preparándose para la comunión. Los demás lo secundan con su propia lata. De pronto los noto brindando en la banqueta, rompiendo hielos para servirlos en vasos plásticos, acompañados de un piquete de tequila de dudosa procedencia.

Bien por ellos, supongo.

Aunque parezca todo lo contrario, siempre he sido un fan de las fiestas patronales, no porque me guste el arguende, sino por todo lo que ocurre en ellas. Recuerdo la vez que, en la calle a la que apodan La Principal, unos señores estaban regalando juguetes desde una Chevrolet a los niños. Los padres, en el afán de que sus criaturas recibieran una pelota con los perritos de Paw Patrol estampados a un costado, empezaron a perseguir a la camioneta y a ponerse enfrente de la misma. El desorden escaló a un nivel que obligó a los mismos policías municipales a escoltar la camioneta para deshacer el tumulto generado por padres y autos. Qué grandioso día, yo no conseguí nada pues mi miedo a recibir un golpe de parte de una señora era mayor al deseo de conseguir un regalo.

Aunque la fiesta que nunca podré olvidar es la última que hubo en el pueblo. Mi Banda El Mexicano, rescatada del olvido gracias a los memes de internet con la canción del Ramito de violetas, iba a presentarse en la plaza. Les habían reservado el espacio en el que no hay jardineras, la zona del atrio más cercana al templo. Era el mismo lugar en donde se ponen tarimas a manera de escenario y los niños de primaria presentan sus bailables durante el Día de Muertos. En la noche que narro, el espacio fue ocupado con andamios, luces y sonidero. Todos en mi familia nos alistamos un tanto antes para comprar algo de comer y conseguir un lugar bueno para disfrutar del show. Pero cuando empezaron a tocar la canción de La bota, todos comenzaron a aventar su calzado hacia arriba: botas buchonas del peso de un ladrillo, tacones de alfiler con el poder de sacarte los ojos, y los Converse olorosos de algún adolescente. Como si se tratase de un mal chiste, de todo lo que pudo haber sido, una botella de alcohol Herradura me cayó en la mollera. Más tarde, el olor penetrante del tequila añejado quemaba mis ojos y hacía que ya no pudiera disfrutar de mi elote. Mi madre revisaba que los cristales rotos no me hubieran lastimado y mi padre buscaba con la mirada quién fue el que aventó la botella. Al final regresamos a casa, sin mayores inconvenientes. Es por eso que esta vez no los acompaño: el miedo constante de que vuelva a suceder, hace que no pueda disfrutar de la fiesta, como si tuviera algún tipo de estrés postraumático. Además, me justifico, alguien debe cuidar a Chispita.

Noto que la cola de mi perrita se empieza a mover rápidamente y trata de saltar de mi regazo. Su emoción se debe a que ve a mi familia llegar. Los saludo a todos, acompañados de un fraile al que mi hermano y yo apodamos Elmo, porque habla igualito.

─¡Hola, profe!

Mantengo cierta costumbre de decirle profe al fraile por que él me dio catecismo cuando iba a hacer mi primera comunión. Verlo me recuerda aquella vez en la calle del mercado, paralela con La Principal, cuando había un desfile de caballerangos ensombrerados que iban luciendo sus botas tribales. El fraile Elmo se quedó platicando con la señora que vende pollos rostizados mientras ambos veían pasar la marcha. Bueno, veíamos, pues me encontraba con mi madre esperando nuestra orden de un pollo y arroz. El chisme estaba tan intenso que el Fraile ni se dio cuenta de que el cordón que portaba como buen franciscano se andaba quemando en la parrilla. Nadie lo notó hasta que el olor del poliéster quemado llevó a que todos los presentes le gritáramos que estaba en llamas. Él trató de sacudirlo, pero al ver que no se apagaba empezó a correr por toda la calle; hasta los jinetes se detuvieron para ver tan bochornosa situación. Al final, recibió ayuda de parte de una florería, en la que le ayudaron a quitarse la túnica y le dieron una toalla para que no se quedara en sus santos calzones.

Antes de entrar a la casa y devorar mi churro, noto que mi papá carga consigo un vasito de plástico que huele a alcohol. Es el inconfundible tufo del tequila en las rocas. Él se da cuenta de que lo miro fijamente y me dice, alzando los hombros:

─ ¿Qué? Me lo regalaron los muchachos de la esquina de allá.

 

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Ana Reyes, segundo lugar. Santa María Tequepexpan.


Todavía recuerdo aquel día perfectamente yo tenía 8 años y apenas comenzaba a saber más sobre mi barrio es por eso que mi madre decidió cambiarnos a una escuela nueva.  “Ese será tu salón”  me dijo el director de mi nueva escuela, mientras señalaba el aula que parecía lejana.

Sentí un escalofrío recorrer todo mi cuerpo al mismo tiempo que mis músculos se tensaban, al voltear noté como mi hermana se marchaba con una de sus amigas, para ella era emocionante entrar a un lugar nuevo; en cambio yo estaba parada en la entrada de la primaria mientras sentía como el escalofrío aumentaba en mí hasta que sentí la mirada de mi madre junto con la del director: me sentí  presionada y comencé a avanzar.

Me aterraba buscar el salón en el cual tendría que ingresar pues no había puesto suficiente atención al director, solo sabía que tenía que subir las escaleras, mientras caminaba hacia las escaleras pensaba en mi escuela anterior y en lo grande que era en comparación a esta, también pensaba en lo grande que era mi salón anterior tanto en compañeros como en espacio y me preguntaba cómo sería este nuevo lugar.

Al ver pasar a alguien que identifiqué como profesor (debido a su maletín) le pregunté sobre mi grupo: “4°B”; amablemente me llevó hasta mi nuevo salón.

Al entrar, mi nueva maestra me pidió que me presentara y luego me indicó mi lugar.

Las miradas de mis nuevos compañeros me hacían sentir demasiado insegura sobre todo porque yo era la única que estaba sentada sola cuando todos tenían a alguien a su lado, no le di importancia a la clase de ese día por estar pensando qué pasaría conmigo en el recreo y quién se juntaría conmigo, una serie de sentimientos qué hasta el día de hoy no logro descifrar me acompañaba en ese momento era como sentir temor, nervios, inseguridad y un poco de curiosidad pues desde ese día en adelante sabía que mi corta vida cambiaría, aunque lo haría para bien.

Durante las clases no podía dejar de preguntarme: ¿y, si no les caigo bien? ¿qué personalidad tengo que usar?

En un abrir y cerrar de ojos el recreo había llegado, se convirtió en la hora más eterna y un tanto horrible; la mayoría de mis nuevos compañeros me ignoran, con “ignorar” me refiero a sus feas miradas y rechazos que me hicieron, sentía unas ganas inmensas de llorar pero todo se detuvo gracias a una persona que me mostró aquel lugar del qué tanto temía.

Solo una persona, una persona de entre 28 me notó y fue amable conmigo, ella se ofreció a enseñarme toda la escuela y así lo hizo, gracias a ella pude darme cuenta de los hermosos jardines y espacios verdes con los que mi nueva escuela contaba, de repente aquel lugar se convirtió en mi todo, simplemente era mi felicidad completa.

Los que ahora son recuerdos increíbles de mí infancia se lo debo a ese lugar, a ella: cuando jugábamos a rodar por el pasto, cuando cantábamos, cuando comíamos en medio del patio de la escuela, cuando corríamos por toda el área verde tratando de perseguirnos. Tengo tantos bellos recuerdos gracias a ese hermoso lugar que me dio tanto miedo en un inicio, fue ahí donde comprendí que por más miedo que sienta en algún lugar siempre habrá personas buenas esperando conocerte y sobre todo entendí que es mi barrio por más temor qué te cause algo o alguien todos son buenos, amables y te ayudan cuando lo necesitas.

 


Melany Alelí Casillas Tonilo, Tercer lugar. San Martín de las Flores.



Vengo de una familia orgullosa de San Martín, mi papá es comerciante en el tianguis que se pone a diario y mi mamá es maestra de la secundaria, que se encuentra en la comunidad. Ellos me han enseñado a valorar y querer el lugar en donde vivo.

En el siguiente ensayo les hablaré sobre mi barrio San Martín de las Flores.

Es un lugar con mucha cultura, comercio y rico en tradiciones. Lo que me hace que me sienta orgullosa de ser originaria de San Martín, a continuación, les contaré de mi bella comunidad.

“Así es mi barrio” En san Martín de las flores mucha gente se dedica al comercio, el tianguis en donde trabaja mi papá comienza desde las 5 de la mañana. Ahí podemos encontrar comida tradicional como pozole, caldo de rana, tacos, gorditas de masa, tamales, caldo de gallina, venta semillas, masa, nopales, maíz, hojas para tamal, miel y productos que la gente acostumbra a sembrar es un tianguis rico por todo lo que puedes encontrar.



La participación en las tradiciones se pasa de generación en generación. A la edad de 3 años comencé participando en las danzas de morenos junto a mi papá. Desde ahí comenzó mi interés en bailar año con año en las fiestas patronales.

                                                 

Actualmente pertenezco a la danza Raíces de mi pueblo, que realiza su participación en las fiestas patronales del 11 de noviembre honrando a San Martín caballero, éste se lleva a cabo año con año y es novenario que se festeja en donde se divide en barrios y a cada uno le toca un día, donde comienzan con las mañanitas y música de banda en vivo. Todo el día recorre ese barrio San Martín caballero y por la tarde se hace la procesión en donde las danzas bailan la vestimenta es en las mujeres falda de colores, blusa bordada, diadema de flores grandes y máscara de barro, en los hombres es pantalón y camisa de charro, botas, sombrero y máscara de barro. Al inicio de la danza se llevan banderas y una lleva la imagen de nuestro santo patrono San Martín caballero.


El día 12 de noviembre es el día de los danzantes y la danzamos todos juntos vamos a bailar al templo en donde llevamos veladoras para dar las gracias o pagar mandas.

También bailo en la cuadrilla de viejos nuevos Raíces de mi pueblo todo el día martes de carnaval en donde participo junto a mi papá. Ahí andamos por las calles junto a la banda bailando en donde nos pagan por cada canción, el traje de las mujeres es una falda larga, blusa bordada, huaraches, reboso y máscara hecha de barro. En la cara nos ponemos cinta de curar para no lastimarnos, en los hombres son camisa y pantalón de charro, sombrero, mascara de barro y unos guantes, que son capullos de mariposas cosidos con piedras para que suenen que se ponen las botas y se escuchan fuerte al bailar.

Otra tradición es la Judea en donde va mucha gente a ver como de hace y esos días se ponen muchos puestos de comida que llegan hasta el cerro de la cruz.

A la edad de 8 años participé junto a mi mamá, ella es maestra de la secundaria mixta 33 y ella, junto a algunos compañeros y alumnos iban a participar. Como a mí me gustaba participar en todo, también lo quise hacer en esa ocasión fue muy importante porque mis emociones se expresaron de todas las maneras, lloré, reí, viví cada momento y fue la experiencia más agradable que he vivido, si se pudiera, volvería a participar.


Es algo muy agradable estar en los ensayos que eran afuera de la biblioteca, cuando se llega el momento y te pones el traje sientes nervios y varias emociones a la vez.

En este tiempo de diciembre se llevan a cabo más tradiciones, como las pastorelas y toreadas que se realizan en las calles para que todos puedan verlas. Aquí se utilizan cañas y vejigas que se preparan con tiempo para que estén listas para navidad.

Las calles de San Martín son estrechas, hay algunas calles que aún están empedradas, cuenta con paisajes hermosos principalmente con el cerro de la cruz y su vista hermosa donde se puede ver todo el poblado de San Martín de las Flores de abajo.

Hay mucha gente profesionistas como maestros, doctores, enfermeros, abogados que ponen en alto el nombre de San Martín de las flores. Como el maestro Aldo que ha escrito muchos libros y nos enseña y da a conocer nuestro poblado.

Me siento orgullosa, vengo de una familia de maestros que mucha gente reconoce, bisabuelos campesinos dedicados al campo y comercio de lo que sembraban, mi historia me hace querer conocer mucho más, de cómo era antes mi familia, ha aportado mucho al pueblo mi tatarabuelito, que fue delegado, así como mi bisabuelito materno que ayudaron arreglar algunas cosas quiero agradecerles a mis papás por todo lo que me han inculcado, brindado y  apoyado para ser esa persona que soy ahora, a mi escuela por darme la oportunidad de participar en los concursos y poder representarlos, en especial la escolta es una oportunidad muy grande, que no se desaprovechará. Ser originaria de San Martin de las flores me hace sentir orgullosa por sus tradiciones, culturas y su comercio que lo hace grande.

 

 

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Cronistas que cumplen años

                     

José Antonio Galán Amézquita y Manuel Morales. El primero el 14 el segundo el 12. ¡Felicidades!

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Cuídese de los rayos

En la temporada de lluvias que inicia caen rayos a diestra y siniestra. Cuídese, mire lo que pasó en Querétaro, un rayo hizo daños que pudieran haber sido mayores, pero como andaba de visita la Candelaria, los protegió, nada pasó según noticia de la Gaceta de México de septiembre de 1792. Eran crédulos entonces los paisanos:

(para entender esta lectura de tiempos de la Colonia sustituya las “f” por “s”)

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Fiestas al Sagrado Corazón en junio de 1931

(Fuente: Archivo del Arazobispado)

TEMPLO DE LA SOLEDAD




 

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Sucedió en Junio

El 5 de junio de 1925, El Informador publicó esta triste noticia.

José Villegas, de San Martín de las Flores, es el nombre de un triple asesino y violador. Todos los días pasaba por su casa la niña Paula y se le antojaba a Villegas; secuestrarla, ultrajarla, emparedarla y huir, fue todo uno. Los familiares dieron aviso de la desaparición de Paula, y Adrián Morales, PM de SPT, fue junto con la policía,  a San Martín y al catear la casa del sospechoso,  oyeron llantos detrás de un muro y dieron con la niña recientemente enclaustrada, pero Villegas había huido hacia Tepic. Meses después anduvo merodeando por las orillas del pueblo y haciendo indagaciones de la familia ofendida supo que todo el clán andaba de paseo por Toluquilla. Se parapetó, acompañado de otro malhechor tras una cerca del camino que viene de Toluquilla por donde habría de pasar Paula, sus tías y el marido de una de ellas. Ellos venían de este último lugar a donde fueron a los capulines y cuando estuvieron a tiro de fusil, de repente, de unos matorrales salió Villegas y su acompañante. La primera en caer fue la niña que murió al instante entre terribles contorsiones. Las damas, Luisa y Teodosia Ríos le decían que no las matara, que se las llevara si quería, pero él dijo que tenía que acabar con toda la familia y de esa manera, por un tiro de máuser, cayó Teodosia, luego se desplomó Luisa. El marido de esta última, pudo escapar de las balas y dio aviso al comisario quien salió de inmediato, pero los asesinos habían huido. Los cuerpos fueron llevados a SPT y el artero crimen fue por todo mundo, deplorado. El malhechor nunca fue encontrado. De su juicio ante el Supremo juez no se escapó, pero no sabemos la sentencia.

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De nuestras andanzas. . .

Cuando andamos en las andanzas tomamos fotos de los pueblos e investigamos en los archivos, por eso el material fotográfico y el texto son inéditos, y que mejor darlos a conocer por La Hojita de la Crónica de Tlaquepaque, que no se queden en el cajón, con la esperanza que sirvan a quienes elaboran monografías de pueblos, con la sola petición que si los usas, amigo investigador, nos menciones como fuente. Este mensaje se repetirá cada vez que tengamos que decir algo sobre “Nuestras Andanzas”.

De Ahualulco de Mercado tenemos esto por ahora:

Ahualulco, en los informes o memorias de gobierno.

Juan Cumplido, nada. José I. Herrera, nada. José I. Cañedo sí tiene algo en1831.- “Cantón de Etzatlán, cura de Ahualulco José María Martínez recibió por diezmos: 4,192 fanegas de maíz, 77 de frijol, 3 cargas de trigo, 12 cargas de panocha, 17 arrobas de azúcar, 106 becerros, 32 potrillos, 1 burro, 2 chivas y 102 cerdos.”

José Antonio Romero, nada. Joaquín Angulo, 1848, nada. Anastasio Parrodi, 1857: “Lagos, Sayula, Ahualulco y Autlán dieron en enero último el evidente testimonio de su amor al orden en el momento que fueron interpelados por el gobierno para que acudieran a la común defensa de la ciudad”

Antonio Gómez Cuervo, 1867 nada. Emeterio Robles Gil, 1869, nada. Antonio Gómez Cuervo 1870: “Minas: La Soledad, propiedad de Bernabé Arzaga en el cerro de La Mora produjo en 1869, 400 cargas de metal de 3 a 4 onzas. San Pedo y Colmena, propiedad de la Compañía de San Pedro, era obra muerta. Providencia en el cerro de la Candelaria, propiedad de Miguel Manzano produjo 420 cargas de metal de 3 a 4 onzas.”

Félix Barrón, 1871, nada. Ignacio L. Vallarta, 1872, nada. Jesús L. Camarena, 1879, nada. Francisco Tolentino, 1877, nada.

Francisco Santa Cruz, 1893. Luis C. Curiel, 1895 y 1897. Juan R. Zavala, 1898. Luis C. Curiel, 1900. Juan R. Zavala, 1902. Miguel Ahumada, 1904 y José López Portillo, 1912, todos ellos tiene información diversa sobre Ahualulco. Deben consultarse. Sus informes se encuentran en el Archivo Histórico de Jalisco en Los Belenes y en la biblioteca del Congreso de Estado.

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Bajo el signo de Tauro

Por Juan Manuel

Una vez que el hombre satisfizo sus necesidades  básicas (comer, protegerse del clima, ropa y techos etc.) comenzó a fijar su vista más allá de lo inmediato y posó sus ojos en el cielo (bóveda celeste) descubriendo luces brillantes que aparecían todas las noches en el mismo lugar (solo que en diferente hora) con esto pudo orientarse mejor tomándolas como referencia y así identificó algunas de ellas como la Estrella Polar situada siempre en el hemisferio boreal.

Si partimos con una línea imaginaria (ecuador) a la Tierra, la parte superior será una zona boreal y la inferior la zona austral. Otra estrella “cercana” a la polar es la “Aldebarán” o el ojo del toro.

Si alguien con mucha imaginación se le ocurrió pensar que junto con esta que era la más brillante había otras tres estrellas que formaban la figura del toro; dos eran sus ojos y otras dos la punta de sus cuernos con observaciones como esta fue que nació la astrología (hoy caída en desgracia que devino en la Ciencia que hoy conocemos como Astronomía, aunque parece que en un principio no había distinción alguna.

Esta necesidad de comprender lo que sucedía sobre sus cabezas (es decir en el cielo) lo materializaban con formas y figuras “terrestres” para entenderlas y acercarlas su entorno cercano. Seres y objetos importantes como la figura mítica de “Orión”, la balanza, animales como osos (u osas) peces y toros. Es posible que todos estos formaran parte importante de su cotidianidad y les atribuyeran cualidades fuera de lo común. Así llegamos a la figura del toro (o tauro), (o uro, urus, en latín).

Los novoerianos (discípulos confesos de teorías new age) distinguen la era de Tauro en la humanidad entre los años 4300 y 2100 A.C. es posible que el auge por ese bovino de gran tamaño haya permeado en diferentes tópicos de las civilizaciones antiguas y quizá allí encontremos el origen del minotauro en Grecia (Creta), los toros alados en Babilonia, Apis el dios en Egipto y taranos en la cultura celta  etc. Hace dos mil años habitaba en el centro y norte de Europa el uro, un toro salvaje e indómito de gran tamaño y bravura que podría ser el antecedente de los bovinos que conocemos hoy en día.

La caza de este uro constituía todo un acontecimiento sobre todo en jóvenes ansiosos por demostrar su hombría o fuerza y nos detenemos en este punto para hacer una acotación personal y sin ningún fundamento científico, utilizando la mera intuición quizá podría ser el nacimiento de la mal llamada “Fiesta Brava”. Porque recordemos que el hombre era sedentario y buscaba condiciones geográficas adecuadas para su subsistencia y practicaba la caza, pesca y agricultura, pero todas las actividades eran grupales y tenían objetivos muy definidos; obtener materia prima para sus ropajes (con la piel) y su alimentación (con la economía corpórera), aunque parece ser que ya desde entonces se le otorgaban propiedades mágico-afrodisiacas a ciertas partes del animal (cuernos, sangre y órganos sexuales).

En la próxima entrega seguiremos comentando cómo tales creencias han encontrado eco hoy en día y cómo una actividad necesaria se convirtió en un divertimiento con el eufemismo de “Fiesta Brava”.

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Tepatique Ángel, curandero de Tuxpan

Tepatique Ángel, curandero de Tuxpan, tiene para usted este remedio: para las muchas enfermedades, las pocas uvas. Las moradas y redondas preferidas a las demás. Se comerán bien lavadas durante tres semanas. Diario medio kilo, durante el día. Le harán bien si padece dispepsia por la falta de ácido clorhídrico, estreñimiento, cálculos biliares. Es bueno este remedio contra el reumatismo al tIempo que tonifica la sangre.

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Un plano de Tlajomulco de tiempos de la Colonia. El 20 es Santa Anita.








Cuando Estrada, buen amigo, ganó la carrera de meseros



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Próxima reunión con la presidenta

Con gusto anunciamos que al tiempo que salga esta publicación estaremos reunidos con la presidenta Citlally Amaya de Luna, quien nos requiere para analizar asuntos de una investigación sobre Antropología tlaquepaquense.

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La Hojita de la Crónica, órgano cultural de la Crónica y los Cronistas Honorarios, sin frecuencia de aparición. Misión: promover la Historia de Tlaquepaque. Fundador Bernardo Carlos Casas, 8 de enero de 2020. Colaboradores fundadores: Vicente Moreno, Juan Manuel, José Antonio Galán Amézquita, Bececé, Nödehar D´Sckrebir e Isaac Padilla.

  No. 78, 13 de junio de 2022. bercar_casas@hotmail.com

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