Apuntes
para la Historia de Jalisco y Zacatecas
Bernardo
Carlos Casas
3
18
de diciembre de 2022
Colotlán
en tiempos de don Porfirio
Existen noticias de
otros tiempos, que ni siquiera las personas que vivieron en esa época las
conocieron. Las razones pueden ser varias: medios de comunicación escasos;
periodismo nulo, prensa ninguna, acaso un telégrafo medio funcional que cuando
no descompuesto el aparato, rotos los alambres; pocos arrieros, muchos chismes.
Días antes, el 9, El presidente
de la república, Benito Juárez hizo el primer viaje inaugural de la línea
ferrocarrilera entre la ciudad de Méjico y Puebla.
Las noticias corrían a paso de
tortuga, aunque hubiera
telégrafo, es por eso, que lo que en seguida
comentamos, pocos lo supieron en su tiempo, y todavía lo ignoran las nuevas
generaciones por ser nota que soterró el olvido y el tiempo.
Dice la nota en el
periódico Juan Panadero que los indios de Tlalcosahua no estaban dispuestos a
pagar ninguna contribución al gobierno, por tanto, atacaron con piedras, palos
y armas. Ellos eran doscientos decididos rebeldes que obligaron a don Albino a
buscar refugio en la cocina de una casa contigua a la comisaría hasta donde
llegaron los enfurecidos tlalcosahuenses, horadaron la azotea de la cocina y
por ahí introdujeron “tlacotes” (¿serán ocotes?) encendidos y obligaron a los
refugiados a salir.
Ya fuera don Albino y
su gente desenfundaron armas, mataron a uno, hirieron a otros, sin embargo, la
suerte estaba echada, don Albino recibió siete puñaladas por la espalda y otras
siete por pecho y estómago y ya caído, los salvajes lo remataron a pedradas
hasta hacerle mole la cabeza. (Ya no solo salvajes, sádicos)
Sabiendo la gracia
que habían hecho huyeron hacia la sierra, hasta donde los alcanzó una partida
que salió de Colotlán con el ánimo de auxiliar en forma tardía a don Albino.
Lograron los perseguidores capturar a Gregorio Vásquez, capitán de los
enardecidos rebeldes.
Don Albino dejó en el
más atroz desamparo a su esposa e hijos pues entonces estaban muy lejos de
alcanzarse los beneficios sociales que ahora se tienen. Fragmento del texto
original:
Eso pasaba en
Colotlán, mientras que en la presidencia de la república el ejecutivo tenía
dificultades para ejecutar su labor. Para fin de comunicarse con sus
secretarios disponía de un sistema arcaico: jalar un mecate que movía el badajo
de una campana colocada en las oficinas de los secretarios. Por supuesto que
ese modo de hacer las cosas hablaba de una terrible ineficiencia.
Los consejeros
presidenciales desquitaron un poco su buen salario e investigaron que, en un
pueblo de Jalisco, llamado Zapotlanejo, un humilde herrero, muy hábil, sacaba
chispas pétreas, había modificado ciertos aparatos telegráficos y los había
dejado mejor que los originales ingleses.
Máximo
Dávalos, (dibujo de Fray Guerrero)
Máximo era campesino y herrero, oía
hablar del telégrafo pero no sabía cómo era. Cuando llegó a Zapotlanejo el
telégrafo, Máximo se asombró del invento y trabó amistad con Bartolomé
Ballesteros, fundador del telégrafo en Guadalajara, quien al ver su interés le
prestó un aparato. Dávalos lo analizó y de inmediato se percató de su manera
de funcionar y elaboró otro mejor. Lo mostró a Ballesteros quien lo puso en
manos del más experto de los telegrafistas. El operador lo probó y resultó ser
mejor que el original, es decir, mejor que los aparatos hasta ese momento en
uso en Méjico.
Los telegrafistas tenían años queriendo unir una
señal con varias terminales, sin lograrlo. Los autores franceses Blavie y
Bruguete cuyos tratados de telegrafía eran los únicos en el mundo, nada decían
sobre cómo dar solución a ese problema. Se lo plantearon a Dávalos quien les
resolvió el misterio y siguió fabricando piezas telegráficas en su pequeño
taller.
Conocidas las habilidades de Máximo Dávalos lo
llamaron a la presidencia de la República le mostraron un aparato francés, se
regresó a su pueblo, lo mejoró. En Méjico lo sometieron a comparaciones con
aparatos franceses e ingleses y los jueces, sin saber la procedencia, vieron
que el de Zapotlanejo superaba a los otros dos.
Dávalos
vive olvidado de sus propios coterráneos. No saben ni quién fue.
Zapotlanejo, Jal. (Foto BCC)
Este lugar se llamaba
antes Santa María de la Paz. Pertenecía al municipio de Teúl, Zac. Logró ser
municipio libre y ahora recibe el nombre de Ignacio Allende. Visítelo, es un fiel
retrato de nuestros pueblos zacatecanos. (Aquí no hay peligro) foto: BCC.
Calvillo
no asistió a la batalla de Puente de Calderón
No se puede hacer lo
que no se puede; las leyes de la Física no fallan, lo imposible no es posible. El
padre José Pablo Calvillo, por más que los historiadores lo pongan al lado de
Hidalgo en el famoso encuentro con Calleja, aquel 17 de enero de 1811 en Puente
de Calderón, no estuvo, porque el día 16 estaba bautizando niños en La
Estanzuela (Hoy García de la Cadena, Zac.).
Los que sabemos de
distancias, caminos calamitosos, veredas barranqueñas, tiempos de burros, días
de arrieros, eneros gélidos, lumbradas, estamos seguros que es imposible. Para
ir del bello pueblo de García de la Cadena a Puente de Calderón, en ese tiempo
ni en el cuaco mejor enjaezado, con herraduras nuevas y sangre árabe, podríamos
llegar a la batalla de un día para otro.
El camino de
herradura del pueblo donde nació Leobardo Larios Guzmán baja a San Cristóbal de
la Barranca pasa, a fuerza, por El Malacate. En este punto las carretas se
volteaban y más tarde los camiones también. Con la carretera nueva (siglo XX)
las curvas de nivel se corrigieron y no volvió a haber accidentes en ese tramo.
Para llegar del primero al segundo pueblo se hacía medio día con un buen arre y arre a puro chicotazo pollino. Otro medio día para llegar a Zapopan subiendo penosamente por El Escalón, El Colchón, Mesa de San Juan y puntos intermedios.
García
de la Cadena, Zac. (foto BCC)
Presentamos
este plano de Tepechitlán, Zac., año de 1880
(Tiene
buena resolución en el archivo electrónico se puede amplificar y ver los
nombres de las calles)
El
Dios del Consumo
Por
Nodehar
D´Sckrevir
Nuestros indios, como
yo, éramos esclavos del señor Quetzalcoatl, ocupaba nuestros corazones para
transitar la oscura noche. El Dios del Consumo ocupa nuestra mentes para
mantener la rueda girando. La rueda del adquirir y desechar. Adquirir y
desechar. Adquirir desechar. El código
de barras es la escalera del altar por la que rueda nuestra libertad.
Yo soy indio muy poco
ilustrado y por eso tomo prestado lo que otros dicen con ejemplar propiedad. El
primer párrafo es casi copia fiel de lo dicho por Boris Viskin, en la revista Arqueología Mexicana No. 81, edición
especial, agosto de 218.
Bernardo
Carlos Casas ya no es cronista municipal
Por
Nodehar
D´Sckrevir
En este rinconcito sí
me siento libre de ataduras, sí soy yo; me veo libre de torzales, amarres y
trincas, y entiendo que no es lo mismo andar de copión, que escribir de
corazón. De corazón siento que Bernardo no lo siente por él. Él no siente nada,
le vale un bonete, debería de sentirlo Tlaquepaque por él mismo, por el mismo
municipio. Pierde mucho el que no gana.
Yo lo conozco. En los
pocos años que se desempeñó como cronista municipal de un pueblo agradecido y
culto, de mujeres hermosas y de hombres emprendedores, sacó, editó, publicó o
como usted le llame, cuatro libros y lo nombraron Hijo Predilecto; sugirió que
el pueblo tuviera escudo de armas y se puso a dar clases de Heráldica a
profesores de la secundaria y alumnos avanzados para que ellos mismos, del
mismo pueblo, saliera su escudo, y salió. Casi cual su idea heráldica, con
incorporación de un detalle de Eréndira Guerrero, el escudo oficial de ese
pueblo figura entre los mejor diseñados de los municipios del Estado de
Jalisco. Bernardo tiene en diapositivas todos los trabajos que entonces (1985)
se presentaron a concurso.
El mejor galardón de
Carlos Casas es tener por esposa a la señora Juventina Rosas, hija del pueblo
de San Martín Hidalgo, cuyos nombres nos habíamos reservado hasta este punto
porque ella es digna de ese pueblo y ese pueblo es digno de ella.
Entrevisté a
Bernardo:
—¿Sientes misión
cumplida?
—Nunca por
Tlaquepaque habrá quien pueda decir: misión cumplida.
—Queda mucho por
hacer, ¿quieres decir?
—Lo hecho por mí en 32
años es un granito del desierto de Sonora.
—¿La historia de
Tlaquepaque ¿No es microhistoria?
—No es. Si por ese
término se quiere decir chica historia. Las chicas historias no existen en la
provincia, porque en ella, en la provincia, tuvieron su origen las grandes
historias. Son grandes para un municipio, son chicas para una nación, pero con
todas se forma la historia.
—Entonces ¿debo
entender que Tlaquepaque tiene mucha historia?
—Entiendes bien,
amigo Nodehar. Díme ¿Quién ha escrito a fondo sobre los alfareros, peluqueros,
sastres, ladrilleros, beisbolistas, boxeadores, luchadores, comerciantes,
masones, mercaderes, lesbianas, prostitutas, homosexuales, albañiles,
escultores, cantantes, bailarines, empleados de comercio, secretarias, criadas,
políticos, prestamistas, limosneros, plomeros, carpinteros, mecánicos, vagos,
alcohólicos etc.? La historia no son solo edificios,
monumentos, calles, personajes de alcurnia, reformas, revoluciones y pandemias,
somos todos nosotros.
— ¡Cuánta razón te
asiste! Pero dime ¿tuviste apoyo para tus investigaciones y publicaciones?
—Te diré, unas veces
sí, oras NO. Ricardo Preciado fue la
primera persona que tuvo fe ciega en mí. Había visto el primer libro sobre
Tlaquepaque: Tus olorosos jarritos, y
me dijo: “poco leo, pero ese sí lo leí, me gusto; siéntate allí.” Él era el
vicepresidente. Apoyos irrestrictos, pocos tuve. Apoyos condicionados, muchos.
— ¿Alguien mostró
duda de tu trabajo?
—Sí, casi todos los
presidentes, empezando por Marcos Rosas. Me dijo: Sí a tu proyecto, de una
serie de libros sobre varios temas de Tlaquepaque, si me presentas el primero Pinceladas históricas de Santa Anita para
el dos de febrero. Era mediado de diciembre de 1995. Cumplí —a duras penas—, el
dos de febrero de 96 se presentaba el trabajo en la Delegación de Santa Anita.
El 20 del mismo febrero salió a luz el
segundo estudio Tlaquepaque, alma de
Méjico. Ambos tan modestos que más
bien son folletos.
— ¿y cuáles fueron
esas restricciones que dices?
—Con la primera
bastaba para poner fuera a cualquiera. Marcos sabía que un mes no era
suficiente, él con eso me dejaba fuera, pero pasé la prueba. Otra restricción
fuera de toda lógica me puso: “que figure mi Círculo de Estudios Históricos de
Tlaquepaque” Vergüenza debería de darles a esos del Círculo, nunca hicieron
¡Nada! Y se llevaron la gloria, se dejaron querer en los primeros 15 trabajos
de la serie. Aquí justo es hacer una excepción, doña Carmen Ochoa, ella sí
trabajó y sigue trabajando ahora con nosotros.
(Continuará)